miércoles, enero 11, 2006

De las cosas que acontecieron buscando trabajos part-time



Todos en algún momento de nuestra juventud sentimos la necesidad de autosustentarnos, o al menos de medio-autosustentarnos. Sustentarse en el sentido de “tener plata para hacer lo que los padres no te ofrecen”, o en otras palabras es algo así como “juntar plata para viajar”, al menos en mi caso.

Estás pensándolo desde hace unas semanas, quieres conseguir trabajo. Te dices a ti mismo: “mañana iré a tirar currículos” y pasan tres días para volver a decir: “mañana si que si”, y luego te das cuenta de que has perdido una semana flojeando, sentado frente a la señora computadora que te enajena con la inmensa cantidad de información a la que puedes acceder una vez que pinchas con el ratón en “conexión a internet”. La flojedad que experimentas es responsabilidad tuya, puesto que te faltó voluntad para levantarte temprano por la mañana y salir a chupar penes a las pseudo-empresas que requieren pajaritos para unos cargos de mierda, como garzón o encuestador.

Harto de tu flojera con la frente en alto decides salir mañana por la mañana, y sentado en el escritorio, frente a la computadora, miras el reloj de windows ubicado a un costado inferior derecho y ves un número muy familiar: 3:20 a.m. Entonces estás casi seguro de la inviabilidad de tu idea. Pero no. No, porque a pesar de todo te has levantado la mañana del lunes 10 de enero y te has puesto una tenida medio formal, con el siempre buen ponderado toque rockero y los zapatos baqueros, y te has maquillado y empapado de fragancia por si algún puto jefecito se percata de tu osadía. Y bueno, sales de la casa, el rostro pálido y la acidez de la boca que no ha probado bocado te asusta, aún cuando te hayas cepillado los dientitos. Caminas hasta la estación de metro, pero vas enfadada porque la vereda aún no ha sido reconstruida y tus bellos zapatos baqueros se topan con un montón de polvo de construcción y con piedras y tierra, y estás harta, hastiada de tanta negligencia de la municipalidad y de los monigotes del ministerio que no piensan en la salud mental de las personas.

Llegas a la estación y sacas del bolsillo de tu pantalón rockero el pase escolar, que en realidad debería llamarse “pase estudiantil”, te pones en frente la carpeta RHEIN para que el estático guardia se crea el cuento de que aún estás con clases en la Universidad. Por supuesto aprovechas de ponerle dinero a ese pase para que después no tengas que comprar boletos y así todo sea más camuflado y no te salgan otras chaquetas amarillas al camino.

Has encontrado la dirección del primer anuncio “se necesitan jóvenes full o part time. Ahumada 765. 10 hrs. $120.000” Subes al senil ascensor y te das cuenta del olor a desagüe del edificio; piensas en tu cama, en estar postrado en ella con tu gata que ronronea todo el tiempo y que apoyada sobre tus pies parece observarte mientras duermes, pero después te das cuenta que lo único que quiere es que te despiertes para recibir su gati de pescado. Hay personas allí, en una fila tediosa, algunos con traje pseudo-formal - se nota que es la ropa que se han comprado para año nuevo- y otros no tienen escrúpulos en presentarse andrajosamente. Caminas con paso firme hasta la recepción donde una mujer de treinta y algo te recibe el currículo y te dice que esperes a ser llamado. Dices: “bueno, gracias” y te sientas en el suelo, al igual que todos, y piensas que los de esa empresa son unos hijos de la tula, ¡qué les cuesta poner unas sillas en el pasillo para la espera! Tras unos 40 minutos escuchas tu nombre. Te levantas y te diriges hacia la voz del llamado. Te das cuenta de que el borde de El Mercurio se está asomando por la abertura de la carpeta RHEIN y tratas de disimularlo ante la recepcionista. Te hacen pasar junto a otras víctimas a una sala con sillas para todos y un tipo de camisa azul y pantalón negro, muy moderno, comienza una suerte de sermón instructivo a modo de introducción a lo que es “el arte de encuestar”. ¡Dios santo!

“120 lucas al mes? No. 100 pesos por encuesta y por tomar los datos del tipo que se detiene con el semáforo en rojo. ¡Qué barbaridad! Tienes dos minutos para encuestar al conductor de un automóvil; sientes en carne viva cómo penetran los ardorosos rayos del sol en tu cuero cabelludo y en tus brazos. Le dices al tipo que lo consideras miserable y ante su notoria molestia te marchas. Sientes rabia porque hay personas que sí aceptan ese tipo de trabajos y así, al mismo tiempo, están aceptando la inmundicia que contribuye a la mediocridad de nuestro lindo país.

Te detienes ante el flamante semáforo para peatones y con tu frente en alto te diriges a Alameda 912.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

muy bueno...es una triste realidad...creo alguna vez haber pasado por eso...aprovecha las vacaciones...flojea mientras puedas

5:18 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

debo confesar que he sido de aquellas personas que han aceptado una pega miserable como tu la calificas, y es que cuando uno es estudiante y necesita plata, no hay nada que hacerele. Todo sea por tener unas lucas pa carretear o viajar... asì es la cosa, ¿o no?
saludos!
paula

11:58 a. m.  
Blogger Benito Boutique. Moda ecléctica para todas las edades said...

Ojalá que sus presagios de cumplan Elisie, pero no creo aún en "la concertación". Los mandaría a todos al infierno, con Michelle y todo...

3:26 p. m.  
Blogger Rhodo said...

está bueno...
ultimo-utero.blogspot.com

11:53 a. m.  

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